Uno de los viejos poemas, conservado hasta ahora, después de que he perdido la mayoría de ese periodo.
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I
Renunciaste a beber
agua del cuenco de mis manos
-agua fértil y amorosa-
para exprimirla de un pozo
y construir un charco
que te sirviera de espejo.
II
Reunimos tantos ríos antes de hacer el amor
que nuestros vellos enraizaron en las ingles
Ahora somos árboles frutales
y florecemos uno en el otro.
III
Cuando separo tus muslos
te transformas en delta de agua virgen
donde mi sed pierde su nombre.
IV
Estrujamos Luna llena en los puños
recluidos en pieles turbias
Subirá nuestra marea
y moriremos en ataúd de agua.
ALEJANDRO URANGA
Ciudad de México
Mayo de 1996
jueves, 14 de mayo de 2009
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